
La
beatificación de 498 mártires de la
persecución religiosa en España no podía pasar desapercibida para el mundo. En primer lugar porque se trata del proceso de beatificación más grande de la historia de la Iglesia, y en segundo lugar porque se rescata una memoria "políticamente incorrecta", incómoda especialmente para el republicanismo español que a toda costa
intenta que se ignore ese periodo previo a la guerra civil cuando la II República Española decidió barrer con la Fe cristiana en España.


Lamentablemente aún hoy persiste esa animadversión contra la Iglesia en el país que evangelizó prácticamente medio mundo. Ni los
miembros de la realeza ni el
presidente del gobierno español asistieron a la ceremonia. Muchos políticos e intelectuales españoles califican de
revanchismo sectario la beatificación de los victimados por sus creencias, mientras que jóvenes anarquistas (cuyas milicias perpetraron gran parte
la violencia durante la II república española)
protestaron furibundamente contra lo que consideran un acto de apoyo al régimen franquista que llegó años después. La Iglesia en España es
amenazada por no plegarse a los
proyectos que no solamente cultivan el odio contra ella, sino entre los mismos ciudadanos.
La lección de los mártires es
la reconciliación:
Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, pagaron con su sangre su fidelidad a Él y a su Iglesia. Con su testimonio iluminan nuestro camino espiritual hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a Dios y a los hermanos. Al mismo tiempo, con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica.
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