La Obsesión Antiamericana

Repasando las notas de prensa sobre el desmadre de la "Cumbre de los Pueblos" -berrinchoso evento organizado en oposición a la "Cumbre de las Américas- es de destacar la gran convocatoria que tienen las propuestas "anti". Pero sin dejarnos impresionar por el apabullante número de manifestantes que respaldan las protestas, pongámonos a pensar en los argumentos que sustentan esas a menudo desaforadas expresiones.
El ex-ministro del interior Fernando Rospigliosi hace el siguiente análisis publicado en el diario Peru21 (las negritas son mías ; ) ):


La Obsesión Antiamericana

El viernes pasado una violenta manifestación de protesta recibió al presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, en Mar del Plata, Argentina. En realidad, casi no hay país del mundo que visite Bush donde no lo reciban con expresiones de rechazo.
Cuando vino al Perú, en marzo de 2002, hubo una muy pequeña movilización en su contra, encabezada por los izquierdistas de siempre. Quizás el salvaje atentado cometido por Sendero Luminoso el 20 de ese mes, frente a la embajada norteamericana, desalentó a los potenciales asistentes. También influyó probablemente el entonces reciente atentado del 11 de setiembre de 2001 en Nueva York y Washington. En esos meses disminuyó en una parte del mundo el antinorteamericanismo.
Puede ser que también influya la diferencia de percepciones con respecto a EE.UU. que hay entre peruanos y argentinos. En la última encuesta de Latinobarómetro, la opinión favorable (muy buena y buena) de EE.UU. tiene un promedio de 61% en América Latina. En el Perú se eleva hasta 71%, pero en Argentina cae hasta un ínfimo 32%. De hecho, los argentinos son los que peor opinión tienen hoy día de EE.UU.

LA CULPA ES DE LOS DEMÁS. Al parecer, los argentinos responsabilizan al imperialismo norteamericano de sus desgracias. Hoy día el país del Plata, que siempre soñó que era más europeo que latinoamericano, se parece cada vez más a los pobres países de la región que a la lejana y rica Europa.
La culpa de la decadencia de los argentinos la tienen los propios argentinos, por supuesto. Pero eso es muy difícil de reconocer. Así que es mejor echarle la culpa de sus desgracias a otros. Y quién mejor que la gran superpotencia del norte, que encarna todos los males de la civilización moderna.
A principios del siglo XX, en 1920 o 1930, Argentina era un país muy rico y sus habitantes disfrutaban de un elevadísimo nivel de vida. Comparativamente, estaba entre los países más prósperos del mundo, al nivel de las más adelantadas naciones de Europa y muy por encima de los pobres del viejo continente. De hecho, miles de italianos, españoles y otros europeos huían de la miseria para asentarse en esa boyante tierra latinoamericana.
A comienzos del siglo XXI la situación se ha invertido.
¿Qué ocurrió? ¿Por qué países que a principios del siglo XX eran mucho más pobres que Argentina, como Suecia, Noruega o Finlandia, hoy disfrutan de un nivel de vida incomparablemente mayor?
¿Acaso el imperialismo yanqui se ensañó con la infortunada Argentina y permitió que Suecia, Noruega o Finlandia se desarrollaran? ¿Por qué no exprimió y succionó las riquezas de los venturosos europeos y sí de los desdichados argentinos?

(IN)GOBERNABILIDAD. Una parte de la explicación del declive argentino reside en su inoperante sistema político. Al igual que la mayoría de los países de la región, Argentina ha oscilado en toda su historia republicana entre dictaduras militares y gobiernos civiles. Y en años recientes, también ha recurrido al nuevo método de la región para hacer caer gobiernos: desmanes callejeros y censura parlamentaria, como le ocurrió a Fernando de la Rúa en el año 2001.
¿Quién es responsable de ese deplorable sistema político? Seguramente el imperialismo norteamericano. No importa que la actual superpotencia no fuera tal durante las tres cuartas partes de la historia republicana argentina, y que por tanto no haya tenido la capacidad -así hubiera querido- de influir decisivamente en la azarosa vida política argentina.
¿Quién es responsable del surgimiento a mediados de los 40 del caudillo y dictador populista Juan Domingo Perón, que hundió más rápidamente a su país que otros de sus gobernantes? De ninguna manera los argentinos, seguramente el imperialismo norteamericano. Quién eligió abrumadoramente al mismo Perón a su regreso, en 1973. No los argentinos, probablemente fueron los designios del imperialismo.
¿Quién nombró como sucesora a Isabelita? No fue Perón, seguramente el imperialismo. ¿Y quién le dio el poder al brujo López Rega? No fue Isabelita, fueron los imperialistas. ¿Quién desató la violencia en los 70? No fueron los Montoneros y el ERP, sino el malvado imperialismo. ¿Y la brutal reacción de los militares que se hicieron del poder en 1976? Sin duda eso jamás lo harían los argentinos, como muestra la historia del siglo XIX, cuando no campeaba todavía el imperialismo yanqui. Allí nunca hubo torturas, asesinatos ni masacres.
¿A quién se le ocurrió invadir las Malvinas? A los imperialistas, por supuesto, no a un puñado de militares incompetentes empeñados en permanecer en el poder.
¿Quién eligió y reeligió a Carlos Menem? No los argentinos. ¿Quién lo absolvió de los evidentes actos de corrupción cometidos en su gobierno? No los jueces argentinos, sino la mano negra del imperialismo que lo protege.
¿Quién es responsable de que Argentina esté en el lugar N° 97 de la lista del Índice de Percepciones de Corrupción 2005 de Transparencia Internacional, con un 2.8 sobre 10, junto con Argelia, Madagascar, Malawi, Mozambique, Serbia y Montenegro? El pérfido imperialismo yanqui obviamente.
En suma, los problemas de la Argentina no se explican, para los manifestantes de Mar del Plata, por la historia, el sistema político, la cultura ni los errores de los propios argentinos, sino por la culpa de un malévolo demonio exterior que los explota y los conduce siempre por el camino del mal.

LOS HECHOS NO CUENTAN. Para los argentinos que se manifiestan en Mar del Plata los hechos no cuentan. ¿Cómo explicar la prosperidad actual de Corea del Sur y Taiwán, que a mediados del siglo XX eran pobrísimos y que hoy día disfrutan de un nivel de vida inmensamente superior al de Latinoamérica? ¿Cómo dos países pequeños, directamente en la órbita del imperialismo, con tropas norteamericanas en su territorio, han podido prosperar?
¿Cómo lo hicieron los vencidos de la Segunda Guerra Mundial, Alemania, Italia y Japón? ¿El Plan Marshall fue para explotarlos? ¿Por qué se recuperaron en solo dos décadas?
Como bien dice Jean Francois Revel, "la falsedad nunca ha impedido prosperar a una opinión, cuando va apoyada por la ideología y protegida por la ignorancia. El error, cuando satisface una necesidad, rehúye los hechos" (La obsesión antiamericana, 2003, Ediciones Urano, p. 23).
Según Revel, explicando el odio a EE.UU.: se trata de la evasiva habitual de las "sociedades en quiebra crónica, que han fracasado completamente en su evolución hacia la democracia y el crecimiento y que, en lugar de buscar la causa de su fracaso en su propia incompetencia y su propia corrupción, acostumbran imputarlo a Occidente de forma general y a Estados Unidos en particular."
El ejemplo es hoy día Argentina. Pero igual o peor es en el Perú, en la mayoría de países latinoamericanos, africanos y de mayoría musulmana.

LA MANO DE MARADONA. Un paradigmático ejemplo es el del más visible promotor de las manifestaciones de Mar del Plata, Diego Armando Maradona. Él apareció el jueves pasado con una camiseta en la que se dibujaba el nombre de Bush con la svástica nazi.
Los hechos no cuentan. No importa que EE.UU. sea la más antigua democracia del mundo, con más de dos siglos de funcionamiento ininterrumpido. Que la teoría democrática actual se siga nutriendo de las ideas y los escritos de Thomas Jefferson, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, James Madison y otros de los "padres fundadores" de la independencia y la democracia norteamericana. (¿Los habrá leído Maradona?)
Tampoco importa que hayan sido precisamente EE.UU. los que intervinieron decisivamente para derrotar al nazismo, al fascismo y al comunismo, las ideologías totalitarias surgidas y asentadas en Europa y Asia en el siglo XX. Eso no cuenta. Sin duda George W. Bush encarna el peor totalitarismo universal.
Menos importancia aún tiene de que Latinoamérica haya sido gobernada la mayor parte de su historia republicana por feroces dictadores, muchos de los cuales tienen un bien ganado sitial en el podio de la infamia universal. No. Eso no importa. Los latinoamericanos podemos y debemos dar lecciones de democracia a EE.UU., sobre todo a un tonto como Bush. Porque, como cualquier ignorante sabe, todos los presidentes norteamericanos son tontos. Aunque nadie pueda explicar cómo son una superpotencia y explotan al universo entero con presidentes tan tontos.
Para Diego Armando el ejemplo máximo de gobernante demócrata es, sin duda, su mentor Fidel Castro, el más longevo dictador de Latinoamérica y del mundo. No tiene nada que ver en su adhesión al tirano caribeño, de que Maradona haya pasado largas temporadas en la isla, disfrutando gratuitamente de la hospitalidad de Castro, incluida la abundante provisión de cocaína y de jóvenes prostitutas, como se reveló gráficamente en una serie de fotografías de reciente publicación.
Seguido de cerca en la admiración de Diego Armando, está otro visitante de Mar del Plata, el comandante venezolano Hugo Chávez, ejemplo de la democracia, ponderación y honestidad de los gobernantes latinoamericanos.
Y, no podía faltar, el dirigente cocalero boliviano Evo Morales, demócrata ejemplar del área andina.
¿Hasta cuándo seguiremos siendo tributarios de ideas tan irreales y estúpidas? ¿Cuándo reconoceremos nuestros propios errores, paso primero y fundamental para poder progresar?

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