El problema de los "intachables" que son erigidos en autoridades morales es que son ellos mismos quienes terminan destrozando sus propios monumentos. Es por eso que la crítica debe separar la persona de sus ideas o propuestas. Pero esto que es tan obvio es lo primero que se pierde de vista cuando la política se mete de por medio. El resultado: la desolación por la pérdida (abandono) de referentes.
Supongo que esto deben estar reflexionando los emocionados devotos del recientemente fallecido dramaturgo norteamericano Arthur Miller cuyas celebradas denuncias de la decadencia moral de su país lo convirtieron en autoridad moral: la revista Vanity Fair publicó una investigación sobre el hijo "mongoloide" (como lo llamaba antes de cambiar de opinión y no matarlo) de la luminaria. Miller trató de borrarlo de su vida (no lo menciona en sus memorias) enviándolo a un asilo que fue clausurado años más tarde al descubrirse que los internos vivían en condiciones infrahumanas. Sólo gracias al actor Daniel Day-Lewis, casado con Rebecca, otra hija del dramaturgo, accedió semanas antes de morir a incluirlo en su testamento.
¿Habrá sido su forma de enseñar que la responsabilidad ante la sociedad era mayor que la responsabilidad ante los suyos propios?
All My Sons:
Vía Barcepundit
Tags: Arthur Miller Vanity Fair
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Decir y no hacer... la ilusión de que decir las cosas correctas nos convierte en personas correctas...en fin
ResponderBorrarAhhh y me olvidaba, pero me disculparas la osadía de incluirte en la “ola” de las “ocho cosas” (una especie de juego o cadena entre bloggers), para conocer las instrucciones deberás ir a mi blog, específicamente a http://pavelpuntosdevista.blogspot.com
ResponderBorrarSaludos cordiales,