El nacimiento del Estado de Israel fue —en palabras de Josep Pla, que fue testigo de excepción aquellos primeros años de existencia— «uno de los fenómenos más extraordinarios de la historia». Contrariamente al estereotipo antisemita de una supuesta «potencia judía» que se habría apropiado de una tierra ajena, el movimiento sionista ha sido siempre el movimiento nacional del pueblo judío desprovisto de apoyos, un pueblo perseguido, víctima de un genocidio, al que todos sus vecinos declararon la guerra el mismo día de la fundación de su Estado —conforme, no se olvide, a una decisión de la comunidad internacional— y que corrió el riesgo de resultar aniquilado si se hubiera equivocado al llegar la hora de su decisión histórica.Via Desde Sefarad
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