Tocqueville

“Me siento inclinado a creer que si la fe (de un hombre) es defectuosa, éste debe estar sometido; y si es creyente, es libre.”

Ese Estado benefactor, al que se otorga más y más poder y al que se exige que resuelva todos los problemas, alcanza así con sus largos tentáculos los últimos reductos de la vida humana, hasta controlar toda su existencia. Nos creemos cándidamente que la soberanía del pueblo conjura la amenaza del despotismo. Pero la soberanía popular puede convertirse en la tapadera que lo esconde, en la farsa que convierte al pueblo en actor durante el tiempo necesario para elegir a los nuevos amos a los que unos ciudadanos negligentes, incapaces de asumir responsabilidades, se encomiendan en cuerpo y alma. El despotismo democrático convierte de este modo a la nación en un rebaño de animales pastoreado por el Gobierno. Tocqueville no sólo alerta del peligro, sino que propone soluciones para prevenir las desviaciones de la democracia: se necesita una sociedad civil alerta y fuerte, estructurada en asociaciones múltiples que fijen frenos a los poderes públicos, una prensa libre, una justicia independiente y una gran descentralización administrativa.
Pero tal vez el mayor peligro que acecha a las sociedades democráticas sea la pasión por la igualdad, que reduce al mismo rasero a todos los individuos, que descabeza lo que sobresale, lo que destaca, lo excéntrico y lo diferente, que la mayoría de los ciudadanos no tolera. Vivimos en una época en la que la opinión de la mayoría y el poder arrollador de la opinión pública amenazan gravemente la libertad. Modela sutilmente nuestras mentes, nos oprime y nos coarta sin que nos demos cuenta. La voz de Tocqueville, como la de Stuart Mill o la de Acton, nos anima a luchar contra esa opresión silenciosa que nos hace dependientes de lo que nos dictan los demás, a asumir sin miedos nuestras opiniones y creencias, y a tomar las riendas de nuestras vidas en nuestras manos. De toda su valiosa obra tal vez sea ése el mensaje que más le hubiera gustado legarnos.
El año pasado se conmemoraron 200 años del nacimiento de Alexis de Tocqueville. La profundidad y actualidad de este gran pensador merecen mucho más atención sobre todo en este año perruno del 2006 en que nos toca elegir un nuevo gobernante.
Sobre el legado de Tocqueville pueden ver este espléndido artículo publicado en El País de España.

1 comentario:

  1. Anónimo5:26 p. m.

    Muy interesante Guille. Algunas de sus ideas me recuerdan a lo que dijo Erich Fromm en el Arte de amar

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