Su argumento se basa en el poder de las metáforas, un poder que escapa a las interpretaciones unívocas y que muchas veces se mueven en el terreno de los preconsciente o lo intuitivo. El mar, por ejemplo, el horizonte marino, tiene una capacidad evocadora del infinito que puede ser sugerido en cualquier espectador, sin que se requiera una información específica previa. En ese sentido, puede darse que una imagen metafórica de ese tipo, se le "cuele" al realizador, incluso contradiciendo al propio film, como ocurre en Mar adentro, con el ejemplo citado.Tradicionalmente se recurría a la censura para alejar a la gente de ciertos discursos abiertamente destructivos. Sin embargo el relato cinematográfico como ejercicio mimético es un desafio a nuestra libertad que no puede ser eludido, pero no como comúnmente se cree cuando se dice que la realidad puede rebasar la ficción (la falsa pedagogía de la violencia en la pantalla), sino porque lo humano como exigencia de infinito, siempre está presente aún en la más nihilista y autodestructiva de las historias, sobresaliendo entre su plástica perversa:
Pero lo más interesante fue el criterio que según él debe manejar un católico a la hora de valorar una película. Para Peio Sánchez el criterio moral no debe eclipsar el antropológico o teológico. Es decir, un film con elementos inmorales –en tramas o secuencias– puede albergar sin embargo importantes verdades en relación con el drama humano. Aquí, el teólogo aludía a la concepción del "drama humano" de Urs von Balthasar, es decir, la relación "dramática" entre dos libertades, la de Dios y la del hombre. Si desechamos una película exclusivamente porque contiene elementos inmorales, como por ejemplo un aborto o un cierto exhibicionismo sexual, a lo mejor estamos rechazando una película que aporta verdades más profundas.
El triunfo del espíritu en Bladerunner:
Tags: cine teología violencia inmoralidad
Muy interesante este post. Son dos temas que se tocan siempre entre si. Saludos
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