El Nobel de la Paz (Nobel de POLÍTICA)
concedido recientemente a
Al Gore & Cia (los burócratas del
IPCC de la ONU) consagra el
miedo (y su compañera,
la mentira) como principal recurso para "crear conciencia".
Lo que se supone que debería ser ciencia al servicio de la humanidad es, en realidad, anticiencia al servicio de la política. Nunca antes tantas hipótesis se hubieron convertido en teoría sin experimentación ni demostración científica alguna.
No está demostrado que el
CO2 contribuya al aumento de la temperatura, como tampoco esta demostrado que este fenómeno sea producto de la
acción humana. La evidencia de esta falta de definición está en el mismo
lenguaje de los
informes del IPCC: "probablemente", "muy probablemente", "poco probable", etc. La sospecha se ha convertido en dogma con el aval de un
consenso puramente mediático, que no solamente es acientífico sino
inexistente.
El solo hecho que se quiera justificar esta serie de atentados con que "es mejor prevenir que lamentar" y que por ello sea tambien justificable la censura y estigmatización de las voces discrepantes, confirma que el asunto es principalmente político. No es por nada que los premiados por el Nobel sean justamente eso:
políticos. Que si tienen más conciencia que el resto de sus semejantes es subjetivo, por decir lo menos:
Al Gore es todo lo contrario al
homo ecologicus que proclama. Su empeño por reducir a cero las emisiones de "gases invernadero" (otro concepto con débil base científica, por cierto) es tan hipócrita como estúpido: ni siquiera muertos dejaremos de emitir CO2, por degradación de nuestra biomasa.
El interés por el hombre, el que debería ser verdadero el fin de la política, ha quedado supeditado a proyectos de escala planetaria (
el Protocolo de Kyoto) que suponen serios gravámenes para las economías emergentes como la nuestra y que limitarían lo único que verdaderamente ayuda a preservar el medioambiente: el desarrollo económico.
Por si esto fuera poco, el estado de alarma
favorece grandes intereses económicos donde se supone que debería ser la derrota del "capitalismo salvaje". La situación no es nada nueva. Tiene el lamentable antecedente del
fraude de la capa de ozono y el Protocolo de Montreal que significaron la más grande campaña publicitaria para producto alguno: las famosas
líneas ecológicas.
La historia se está repitiendo con el timo del Calentamiento Global y el Protocolo de Kyoto. El
terror verde derrota a la libertad con el aplauso de millones. Nadie sabe para quien trabaja.
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